jueves, 22 de diciembre de 2016

NI UNA PALABRA SOBRE EL NARCOTRÁFICO

NI UNA PALABRA SOBRE EL NARCOTRÁFICO

(Artículo publicado el 9 de agosto de 2010 que vuelvo a publicar con ocasión de las palabras del presidente Santos en Oslo en relación a la "guerra contra las drogas")

La oligarquía colombiana quiere lavarse la cara de la mafia, pero no están dispuestos a renunciar a los recursos económicos que genera la economía criminal. Así lo demuestra el discurso de posesión de Juan Manuel Santos. Ni un “mu” sobre el asunto.
Para justificar su doble moral y cinismo, el presidente electo nos lanzó una adulación que sonó a insulto: “Los colombianos nos parecemos mucho a Álvaro Uribe Vélez”. La mayoría de los presentes - de su misma ralea -, aplaudieron rabiosamente.
Y es cierto. La sociedad colombiana está penetrada por el narcotráfico. El clorhidrato de cocaína es el principal producto de la economía colombiana. Ocupa un lugar especial en las exportaciones; encauza significativos recursos de insumos químicos y armas; inyecta descomunales capitales al sistema financiero nacional e internacional; dinamiza en las regiones el trabajo rural, el comercio y el transporte; activa todo el aparato judicial dado que es la principal causa directa e indirecta de delitos y crímenes; y estimula toda clase de “productos” culturales como novelas, música y otras “expresiones artísticas”.
Luis Carlos Galán Sarmiento en la década de los 80s del siglo pasado se enfrentó con valentía al problema. Representaba los intereses de la débil burguesía nacional que se resistía a ese fenómeno. La oligarquía lo traicionó, fue cómplice de su asesinato y decidió continuar con la alianza mafiosa que desde 1980 consagraron los ex-presidentes Turbay Ayala y López Michelsen en nombre de todo el establecimiento dominante.
Galán no podía entender que detrás de esa industria criminal existían intereses geopolíticos de amplio espectro. Creía que sólo era un tema de capos y mafiosos sin imaginar que era una herramienta imperial de intervención económica, política y territorial. Cuando empezaba a entenderlo, lo mataron. Los grupos guerrilleros y la izquierda legal todavía no lo descubren. Son inconscientemente conniventes.
Muy pocos sectores sociales se han enfrentado con decisión a ese problema. El año pasado el pueblo Nasa de los municipios caucanos de Jambaló y de Toribío se lanzó en una campaña de erradicación de los cultivos de coca pero se quedaron solos. Nadie los acompañó. Ellos constatan con desesperación que esa economía ilegal acaba con los lazos sociales y culturales de su pueblo. Sin embargo, su lucha local - valiente y casi suicida -, es infructuosa. Tienen que entender que es parte de una política imperial de amplia cobertura. La acción para acabar con ese flagelo debe ser de esa misma naturaleza.
Los ambientalistas colombianos y, gran parte de los activistas del mundo entero, saben que la producción y procesamiento de hoja de coca en Latinoamérica es uno de los más letales factores de deforestación, depredación y contaminación de nuestras selvas y bosques tropicales pero, hasta el momento no se han concertado acciones de denuncia a nivel orbital. Hay temores y también esquemas mentales que no lo han permitido.
La izquierda tradicional, que lucha por soberanía nacional - contra los TLCs y demás formas económicas de dominación del imperialismo -, frente al narcotráfico no dice nada. Explica el fenómeno como una consecuencia de la aplicación del “modelo capitalista”, lo define como un “resultado de la crisis de la economía agraria y campesina”, y por tanto, no lo concibe como instrumento en manos del imperio.
El tema es incómodo para todos. Carlos Ledher, uno de los primeros capos narcos que se destapó con su “Movimiento Latino Nacional”, predijo que en un futuro los insurgentes en Colombia se iban a financiar con dichos recursos. Lo que no podía imaginar era que esa economía ilegal iba a ser instrumento mortal de su degradación política.
Muchos sectores campesinos han aprendido a subsidiar su precaria economía con recursos provenientes de “jornalear raspando hoja de coca” (proletarios raspachines), o de algunos “ejercicios de cocina”, que consiste en procesar la base de cocaína en su primera etapa de transformación química. Igual, comerciantes pequeños y medianos son fundamentales para irrigar esos dineros hacia el resto de la economía nacional e internacional.
Los grandes capos de EE.UU., Europa, Japón, Rusia y China, y los todopoderosos dueños de Wall Street, que son quienes finalmente manejan el 90% de las ganancias que genera esa industria criminal, incluyen en los costos de producción los sobornos, crímenes, asesinatos, desplazamiento forzado, el aparato judicial y carcelario, y la misma guerra. Y no es de ahora. Desde la misma guerra del opio en China esa era su lógica de enriquecimiento. Los principales productos americanos del siglo XIX como el caucho, la quina, el añil, el tabaco, después el petróleo, siempre estuvieron salpicados por el crimen y la sangre de nuestros pueblos colonizados. Nosotros ponemos los muertos, ellos se quedan con las ganancias.
Hoy el nuevo gobierno promete Paz y reconciliación sin tocar para nada al narcotráfico. La situación de México es una muestra de que ello es imposible. Santos – al igual que muchos de sus antecesores -, recogiendo demagógicamente las propuestas del candidato del Polo Gustavo Petro, ofrece tierras, créditos, asistencia técnica para los campesinos, sin explicar cómo va a conseguir que los productos agrícolas puedan competir en un marco de economía globalizada, acuerdos de “libre comercio” y abandono total del campo por parte del Estado.   
Colombia nunca podrá alcanzar la “prosperidad democrática” con ese cáncer en su organismo. Más de 30 años de evolución de esa enfermedad han hecho metástasis pero se quiere ocultar sus graves consecuencias en todos los campos, especialmente en la economía, la política y la cultura.
Las nuevas generaciones colombianas, los empresarios nacionales que han empezado a recuperar algo de la dignidad que demostró Luis Carlos Galán, y los trabajadores del campo y de la ciudad, debemos adelantar una verdadera campaña contra esa economía ilegal. Sólo si los pueblos somos superiores moralmente a nuestros opresores, podremos derrotar sus políticas y su sistema de vida.
Es claro que el único camino es la legalización mundial de las drogas. Es la única forma de regularizar y controlar la producción de la hoja de coca, acabar con el tráfico ilegal, controlar y despenalizar el consumo, quitarle la financiación a la violencia y destinar los recursos que se gastan en la represión a las drogas, tanto en la recuperación de nuestras laceradas economías como en la rehabilitación de los enfermos-adictos.
Rompamos con la complicidad y el silencio. Los “narcos”, pequeños y grandes, así sean indeseables, son sólo un subproducto del verdadero problema. 

jueves, 15 de diciembre de 2016

EL RETO DE LA “PAZ NEOLIBERAL”

Al cierre de un año difícil…

EL RETO DE LA “PAZ NEOLIBERAL”

Popayán, 15 de diciembre de 2016

Siempre que tenemos la chaqueta rota
Venís corriendo y decís: esto no puede seguir así
¡Hay que remediarlo por todos los medios!
Y corréis llenos de celo a los patrones
Mientras nosotros, helados, esperamos.
Y luego volvéis, triunfantes
Y nos mostráis lo que habéis logrado:
Un pequeño parche.
Muy bien, ahí está el parche
¿Pero dónde se ha quedado la chaqueta?

Bertolt Brecht

La “fiesta” en Oslo fue por todo lo alto. Además de los actos protocolarios, abrazos y sonrisas, pomposos discursos y la entrega del premio Nobel, se realizó una entusiasta marcha de antorchas, diálogos bilaterales del mandatario colombiano con altos dignatarios noruegos y una gira “triunfal” por varios países europeos para socializar el nuevo acuerdo con diversos gobiernos a fin de ratificar los apoyos económicos prometidos para financiar el “posconflicto”.

El escritor Héctor Abad Facio-Lince en su columna de El Espectador (http://bit.ly/2gsihqP), rebosante de entusiasmo escribió una inspirada pieza literaria en cuatro actos, hace una reseña del proceso de paz y resalta la habilidad, firmeza y valentía del “presidente de la paz”. En su frenesí pacifista lo eleva a nivel de figura histórica. Al final, en el epílogo, para calmar conciencia y no ir a quedar mal con el futuro, le pide a Santos que deje de ser Santos para poder rematar su obra. Buen recurso para impedir que la sanción de la historia caiga sobre él o sobre su escrito.   

Olvida el novelista que la “valentía” de Santos se apoya en las “donaciones para la paz” que ha ofrecido la “comunidad internacional” para garantizar las inversiones de los grandes emporios capitalistas que tienen puesta la mira en el petróleo de los Llanos del Yarí, las tierras de la Orinoquía, la biodiversidad de la Amazonía y del Chocó Biogeográfico, la riqueza de regiones con gran potencial turístico, y el apetecible mercado de 45 millones de personas. Para tal fin, ya se confeccionó la teoría de la “nueva economía”, se ideó la política de la reforma tributaria estructural, se elaboraron los planes y se firmaron los convenios para hacer realidad la “bonanza de la paz”. Con ese incentivo hasta el cobarde más temeroso se convierte en un osado combatiente.   

Esa es la esencia de la “paz neoliberal”. Los símbolos utilizados y los mensajes enviados en la entrega del Nobel así lo muestran. Otra evidencia es lo que se ocultó en esa ceremonia. Solo una pequeña mención a la voluntad de paz de los contrincantes; ninguna evocación a las víctimas del paramilitarismo; menos, alguna referencia a los crímenes de Estado. Lo “feo” y molesto debe esconderse debajo de la alfombra. Claro, es la derrota de las FARC. No con la pax romana como quería Uribe sino con la promesa de ríos de leche y miel que intentan borrar cualquier vestigio de rebeldía. Es el triunfo del gran capital sobre la ilusión justiciera. Y no podía ser de otra manera.

Por ello, cuando se habla de la “implementación de los acuerdos”, lo fundamental es saber quién y con qué visión realizará esa tarea. La respuesta será la que determine que se consolide efectivamente lo avanzado. Si la “paz chiquita” –como la llama correctamente Gustavo Petro–, se transforma en paz grande y completa, podremos cantar victoria. De resto, todo será flor de un día. O damos el paso inmediato hacia la construcción de democracia o se incubará una nueva guerra que solo será la continuidad de la que hoy existe. Esa es la principal razón por la que la batalla política de 2018 es tan importante.

Soslayar la importancia de esa contienda electoral por visiones estratégicas de largo plazo, o porque lo que se pactó es una “paz neoliberal”, o por otras razones que no se pueden hacer explícitas, no es la mejor actitud para el momento. Vana es la ilusión de quienes creen que esas inversiones extranjeras no son importantes. Quien quiera gobernar en los próximos 20 años y cumplir con lo acordado en La Habana, tendrá que lidiar con esa realidad. Lo que hay que garantizar es que el gran capital respete las normas ambientales existentes, contribuya con impuestos similares a los que pagan en otros países de la región y cumpla con los derechos laborales de los trabajadores. Nada más pero nada menos.

Y para que eso se pueda cumplir, a nivel interno tenemos que derrotar en las próximas elecciones a todas las “patotas corruptas” que giran alrededor del “santismo” y del “uribismo”. Ellas no se enfrentan por visiones diferentes de país como lo quieren hacer creer con ideas sobre la paz o la patria que, ingenuamente, corean muchos ilusos, despistados o interesados de menor nivel. Lo que en verdad se disputan con dientes, uñas y garras, son las coimas, los sobornos y las migajas que les entrega el gran capital. Ese es el núcleo de la polarización entre Santos y Uribe que ellos pintan y ocultan con frases demagógicas.  

Y una vez saquemos del gobierno a las burocracias corruptas, paralelamente, poco a poco, con el margen que nos queda, con paciencia y visión estratégica, debemos organizar a los pequeños y medianos empresarios, a los productores del campo y de la ciudad, a los científicos y tecnólogos, a los trabajadores y comunidades de todos los niveles, para iniciar la recuperación del aparato productivo destruido, la re-creación de los lazos comunitarios devastados, la re-constitución de nuestras culturas lesionadas y el rescate de todo lo bueno que teníamos.

La tarea es recuperar todo lo que fue arrasado por más de 60 años de guerra que, ante todo, fue la labor demoledora de un capitalismo depredador y salvaje que con rostro de neoliberalismo criminal pasó por encima de nuestro país como una avalancha de destrucción y horror durante las últimas tres décadas y media. Y claro, en medio de ese esfuerzo restaurador, avanzar por nuevos caminos de autonomía, integración regional y construcción de nuestro propio modelo de vida y equidad social. 

Héctor Abad Facio-Lince tiene razón en un aspecto. El final de toda obra es muy importante. Y por ello, el epílogo de la paz debemos escribirlo los pueblos. Santos ya hizo la parte que le correspondía. No puede ni podía hacer más. Y no es un problema personal. Su naturaleza de clase, su entorno politiquero y corrupto, la fragilidad y tensión política del momento y, sobre todo, la debilidad y falta de claridad de la dirigencia democrática (y de izquierda), contribuyeron a que su desempeño fuera no sólo gris y profesional sino que no tuviera ni un leve cariz de calor popular y menos de sentido social. Eso es lo que tenemos y somos. 

El año 2017 nos espera para preparar esa trascendental batalla política. El 2 de octubre quedó atrás. No podemos repetirlo en 2018.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

domingo, 11 de diciembre de 2016

EL DEBATE INTERNO DE “PODEMOS”: BUEN ESPEJO PARA VERNOS

EL DEBATE INTERNO DE “PODEMOS”: BUEN ESPEJO PARA VERNOS

Popayán, 11 de diciembre de 2016

Al interior del importante proyecto político Podemos (España) está en desarrollo un fuerte debate entre diferentes puntos de vista y tendencias de cara a la convocatoria de su Asamblea o congreso interno. La prensa burguesa intenta aprovechar la crispación que se nota en algunos de sus dirigentes que se expresan a través de elaborados artículos y “tuits”. Quieren meter inquina con la intención de dividir a los integrantes de ese “novel” partido político que ha sido un ejemplo estimulante para la juventud de Europa, América Latina y muchos lugares del mundo.

Lo que ocurre en España es de una importancia cardinal. Sirve de referente para la tarea que tenemos entre manos en Colombia. Es bueno recordar que desde la existencia del partido bolchevique ruso (hace más de 100 años) no existía en Europa un partido político que surgiera con tal fuerza como fruto de las combativas luchas sociales (15M) de los trabajadores y clases medias precarizadas, afectadas por la crisis económica y las políticas capitalistas (ajuste neoliberal), y sobre todo, con la cualificada y numerosa participación de jóvenes intelectuales con gran formación teórica y compromiso político, en medio de una coyuntura de gran perturbación política global.

Hoy se enfrentan 3 corrientes de pensamiento y acción al interior de Podemos. Una, es la que encabeza Pablo Iglesias; otra, la de Íñigo Errejón; y una tercera, la tendencia “anticapitalista”. La lucha por el “poder” está al rojo vivo con ocasión de la próxima asamblea partidaria denominada “Vistalegre II”. Independiente de los contenidos de las tres posiciones, pareciera que “lo nuevo” vuelve a enredarse con “lo viejo”. Por ello, es necesario analizar esa disputa interna que tiene que ver con uno de los problemas a resolver por todos los demócratas y revolucionarios del mundo entero, si queremos responder a los retos que tenemos enfrente.  

Un breve resumen de la situación se puede sintetizar así: existe un sector que impulsa la “moderación” del programa de Podemos para “no asustar” a las mayorías de la sociedad que todavía están influidas por el pensamiento de la derecha franquista y neoliberal. Su propuesta tiene por objetivo acceder con prontitud al gobierno central para resolver los problemas urgentes y graves que sufre la población. La dificultad consiste en que, como le ocurrió a Syriza en Grecia y a los gobiernos progresistas de América Latina, podrán acumular una importante fuerza electoral pero –de un modo u otro– tienen que implementar las políticas neoliberales y realizar los ajustes fiscales y económicos que impone el gran capital. O sea, a la larga, quedan colgados de la brocha frente al enorme y aplastante poder capitalista global. Éste siempre logró domesticar la “rebelión populista”.

Los otros dos sectores, con ciertos matices y diferencias entre ellos, más o menos plantean que se debe mantener un programa contra-ajustes y anti-neoliberal de profundo contenido estructural. Que paralelamente, se debe desarrollar una estrategia de mediano plazo profundizando las relaciones con las bases y organizaciones sociales para que cuando se llegue a ser gobierno, se tenga el suficiente apoyo organizado (mucho más allá de los votos), para poder transformar la sociedad (sobre todo la economía) tanto “desde arriba” (Estado heredado) como “desde abajo” (nuevas formas de “democracia directa, deliberativa, colaborativa, etc.).

Los que aspiran a ser gobierno “rapidito”, quieren que en las elecciones del congreso interno participen ampliamente todos los “simpatizantes” que deseen hacerlo y que no se cierre el censo electoral durante el transcurso del Congreso. Los “otros”, impulsan una participación más cualificada de los militantes activos e inscritos. Desde mi propio punto de vista, estos son aspectos “no antagónicos” de la acción política y, por tanto, con el respeto que se merecen estos jóvenes dirigentes de tan valiosa experiencia, ambos sectores caen en un error de fondo.

Para ilustrar ese “error” me apoyo en lo que ocurre en Colombia. Frente a la posibilidad de que en el año 2018 tengamos que escoger entre un candidato “santista” y un “uribista” (ambos neoliberales), o sea, que los demócratas y la izquierda tengan que decidir entre “lo malo” y “lo peor”, algunas personas y sectores políticos estamos impulsando la necesidad de construir un “nuevo movimiento” que se proponga la construcción de una “Tercería Ciudadana y Democrática” (amplia coalición de los demócratas y la izquierda) para poder derrotar la polarización que le conviene al establecimiento oligárquico. Un gran obstáculo para hacerlo sería caer en la trampa “reduccionista” en que está enredado Podemos. En gran medida ha sido nuestra constante.

Ese “nuevo movimiento” no puede exigirle a la “tercería” que asuma un programa absolutamente anti-neoliberal. Con sólo que levante un programa “democrático” basado en la lucha contra la corrupción y el cumplimiento de los acuerdos con las FARC, podría ayudarnos a avanzar. La derrota de la “polarización distractora y desgastante”, ya sería un paso muy importante. Ese sería el “gobierno de transición” que piden los ex-comandantes farianos y sería un paso muy importante.

Y en esa eventualidad, el “nuevo movimiento” no tendría necesidad de “moderar” su programa. Incluso si ese programa fuera de carácter anticapitalista, no tendría por qué ser escondido o “tapado” o “camuflado”. En nuestro caso colombiano, podemos apoyar una “programa táctico moderado” y, a la vez, hacer conocer e impulsar nuestras propuestas estratégicas haciendo ver que la lucha contra la corrupción y la “paz” requieren –para ser sostenibles y efectivas a largo plazo– de la profundización de la lucha contra las causas estructurales que generan corrupción y violencia. Pero podemos ir paso a paso. (Ej. A la lucha contra la corrupción hay que “ponerle dientes”, construir nuevas formas de veeduría y control social que incidan sobre la ejecución de proyectos).

El problema surge –como le ocurrió al Polo Democrático Alternativo– cuando las diferencias de concepción política se quieren resolver con medidas administrativas (sanciones, expulsiones, aplicación de estatutos, normas, etc.) o con “pulsos de poder” mediante la realización de elecciones internas. Estos métodos multiplican las rencillas, agudizan las fricciones, acrecientan los orgullos y las rivalidades, y generan graves divisiones y resquebrajamientos. En realidad, la única solución es ampliar y profundizar el debate, y llegar a acuerdos sanos y transparentes. Siempre, si hay voluntad y madurez, se pueden construir consensos.

Desgraciadamente, como lo comprobamos en nuestro país, por el camino que van los amigos de Podemos van a terminar divididos. Mucho más si permiten el “bombo” y la intervención interesada y amañada de los medios de comunicación reaccionarios, que como ocurrió en Colombia con el Polo, lo dividieron y manipularon desde afuera. Hoy vuelve y juega, y en 2017, veremos nuevamente a los “medios” empujando por los “moderados”, “racionales”, “pragmáticos” en contra de los “radicales”, “extremistas” y “ortodoxos”.

Lo interesante es que podemos, a la vez, ser una cosa y la otra. “Realistas moderados” frente a las fuerzas que actualmente tenemos y al poder que tienen los grandes capitalistas. Y, “realistas radicales” frente a la urgente necesidad de construir un gran movimiento que aglutine al 99% de la población mundial para enfrentar la realidad de un capitalismo senil y decadente que es el principal peligro que amenaza la sobrevivencia global de la humanidad. Si sabemos hacerlo, no sólo mantendremos la unidad sino que lo haremos sin ocultarnos, sin detenernos ni frenarnos.  


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado  

lunes, 5 de diciembre de 2016

¿Y VIVIREMOS "EN PAZ" HASTA QUE VUELVA LA GUERRA?

¿Y VIVIREMOS “EN PAZ” HASTA QUE VUELVA LA GUERRA?

Popayán, 5 de diciembre de 2016

“Andando aprendemos a caminar… sólo hay que dar el primer paso”.

LFDG

Para dar el salto cualitativo que nuestro país necesita –hacia una “paz estable y duradera”– hay que recuperar la política para la gente.

Y hay que colocar la VERDAD por encima de todo. La “verdad verdadera”, no la oficial.

Así sea una verdad dolorosa y “políticamente incorrecta”. Hay que hablar “a calzón quitao”.

Necesitamos una política altamente irreverente, que anule el cortesanismo y la hipocresía propia de esta "república de mentirijillas".

Hay que seguir la línea de Jaime Garzón. Él se vio obligado a decir las verdades usando el humor para que no lo mataran. Y sin embargo, lo mataron.

Pero ahora, debemos atrevernos a mostrar las cosas como son. De lo contrario no va a pasar nada en nuestro querido y sufrido país.

Y viviremos “en paz” pero sin superar el miedo.

Y viviremos “en paz” pero seguiremos “echando la basura debajo de la alfombra”.

Y viviremos “en paz” mientras los corruptos siguen robándose hasta nuestra dignidad.

Y viviremos “en paz” mientras siguen asesinando a nuestros dirigentes populares.

Y viviremos “en paz” mientras los Santos y los Uribes siguen entregando las riquezas de nuestro país al mejor postor.

Y viviremos “en paz” hasta que aparezca la próxima guerra.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado