jueves, 31 de marzo de 2016

LAS VERDADERAS RAZONES DE POR QUÉ NO HUBO PARO NACIONAL

Sindicalismo, izquierda y "santismo"...

LAS VERDADERAS RAZONES DE POR QUÉ NO HUBO PARO NACIONAL

Popayán, 1° de abril de 2016

Después del “paro nacional” del 17 de marzo que no fue paro sino un “paro” (amague) de la mayor parte de la burocracia sindical para quedar bien con las bases y con el gobierno, empieza a generarse un debate –en forma incipiente–, sobre los hechos ocurridos y sus causas. Eso es algo muy importante y participo con este corto artículo de ese diálogo.

En una comunicación personal que me hace el dirigente sindical Miguel Ángel Delgado Rivera de la CUT Bogotá me cuestiona por supuestamente contar una historia de ficción (http://bit.ly/1UuHLkc). En un artículo anterior denuncié que “Lucho” Garzón se reunió con los presidentes de las centrales obreras para planear el “paro”, cuyo objetivo lo reconoció Julio Roberto Gómez de la CGT como lo cita Juan Sánchez en un escrito (http://goo.gl/9ckmpk). No fue otro que activar una válvula de escape para “bajarle presión” a la inconformidad creciente que amenazaba con estallar sin control.

Como siempre la realidad supera la ficción. No hubo paro. Fue una protesta controlada. No fue casual la fecha del 17 de marzo que coincidió con el fallo de la CIJ en La Haya. Sirvió de cortina de humo, aunque no mucho. La gente quiere luchar pero la mayoría de los dirigentes se prestan para engañar a sus bases y sabotear sus luchas. Y lo más grave, la dirección de gran parte de las organizaciones sociales –consciente o inconscientemente–, cohonestaron con esa situación. ¿Cuál es la razón de que ello se hubiera presentado? Esa es la pregunta que debe alimentar el debate.

Realizar un verdadero Paro Nacional era inconcebible para las directivas de las centrales obreras. Incluso, la sola amenaza de realizarlo los asusta. La razón, no les interesa sacudir a o remover nada. Están cómodos. Sus privilegios podrían estar en juego. Vivir del cuento, no trabajar, ser reconocido, viajar y viaticar, todo ello es un valor agregado. Pero lo principal, es que tienen “poder”, así sea un poder mínimo y subordinado, disfrutan de un relativo poder. Hacen parte del régimen de opresión y explotación y cobran por su trabajo. Están cooptados.

Pero además, existe una razón coyuntural. La posición política predominante al interior de la izquierda tradicional que tiene gran influencia dentro de los sindicatos, influyó en forma determinante en ésta ocasión. Esa posición ha tomado mucha fuerza al interior del movimiento popular. Intentaremos describirla lo mejor posible con el fin de entender las razones que llevan a la mayoría de esa izquierda a sostener al gobierno de Santos, a pesar de que dicen oponerse a sus políticas. Y a partir de allí, desarrollaré la idea central.

Gran parte de los partidos o movimientos que se definen como alternativos, progresistas o de izquierda apoyamos a Juan Manuel Santos en la segunda vuelta de las elecciones de 2014 para ser reelegido como presidente de la república. Los argumentos se centraban en el tema de la “paz”. Algunos sectores lo hicimos únicamente para impedir la elección del candidato de Uribe, sin esperar nada de su gobierno. Ni siquiera en el tema de la paz. Nuestros lemas fueron: “Votar por Santos contra Uribe” y “Ninguna ilusión en Santos”.

Una vez electo presidente, al ver la dimensión del apoyo electoral de los demócratas y la izquierda, propuse que, a fin de desenmascarar a Santos y sólo con ese objetivo, se le exigiera una participación importante en su gobierno para que la izquierda impulsara sus propias propuestas. La idea era agudizar la contradicción entre Santos y Uribe, forzar a Santos a liquidar el “uribismo” que pelecha dentro del gobierno, no sólo en el ejército sino en toda la administración pública, que es parte de ese poder que logró posicionar en las elecciones locales y regionales a las fuerzas de derecha que lidera tanto Germán Vargas Lleras como otros personajes, entre ellos el que va a ser –muy posiblemente– Fiscal General de la Nación (Néstor Humberto Martínez).  

Pero no, el argumento fue que había que mantener la “independencia”. En el fondo, dejar hacer y dejar pasar. “Hacernos pasito”. Apoyar el proceso de paz y oponerse “de palabra” al gobierno de Santos. Allí siguen los generales uribistas que de boca para fuera dicen estar con el “proceso de paz” pero que en las regiones se hacen los de la vista gorda y apoyan a las “Bacrim”, que hoy empiezan a mostrar sus colmillos de paramilitares que habían escondido durante unos años. Allí siguen en el gobierno quienes se fortalecen en las regiones tanto en lo económico como en lo político para lo que Andrés Hoyos ha denominado “La deriva autoritaria” (http://bit.ly/1M46A41). Allí están los políticos y administradores corruptos provenientes de los gobiernos de Uribe, comprometidos con la corrupción en Reficar, Saludcoop, la gran minería a cielo abierto (legal e ilegal), y en general toda la patota “uribo-santista”.

Es la política de la conciliación más aberrante. Se posa de oposición pero quien se está quedando con esa bandera es Uribe. Se rasgan las vestiduras por la venta de ISAGEN pero corren a las convocatorias de un supuesto “Pacto por la Paz”, que en términos concretos se materializa en la participación en los contratos y los proyectos que ya se cocinan en las regiones para “gestionar el post-conflicto”. Ya los dueños de las numerosas ONGs, muchas de ellas ligadas a las organizaciones sociales y a la “izquierda”, hacen cola sin pudor.

De acuerdo a mis críticos esto es pura ficción. Lo siento por aquellos que se la jugaron honestamente apoyando a Gustavo Petro o a la “Bogotá Humana”, sin percatarse que fueron utilizados y mal pagados, por aquellos que hoy están a la cola de Santos. Son los mismos que impulsaron la propuesta de apoyar a Santos desde la primera vuelta presidencial, son los que asustan a los militantes de izquierda con el argumento de que Uribe es “el enemigo principal” para poder seguir pegados de la contratación pública. Son los que han permitido que el paramilitarismo siga vivo a la sombra de su alianza “santista”. Son los verdaderos dueños del “pequeño poder” que está detrás de las centrales sindicales y de una buena parte de los grupos y “partidos” de izquierda. Tienen nombre propio, medios de comunicación y ONGs exitosas.

La razón coyuntural que involucra a casi todos los dirigentes sindicales y sociales en la pantomima de paro está relacionada con la posición frente al “proceso de paz”, la enorme debilidad del gobierno (en lo interno), el miedo a que una verdadera protesta desestabilice a un gobierno que no ha logrado construir un fuerte respaldo para ese proceso y el temor de que una movilización efectiva del pueblo desencadene fuerzas que no puede manejar el establecimiento. El miedo a Uribe, manejado por el “santismo” y trabajado en forma mojigata por la “izquierda-santista”, es lo que jugó detrás del “paro”.

Sin embargo, la paradoja del asunto es que la táctica de unirse con la “burguesía progresista” o con la “burguesía nacional” para evitar el regreso de Uribe al control del gobierno, lo único que logra es facilitarle el camino al mafioso expresidente. Los cálculos de la mayor parte de los dirigentes de izquierda son que una vez se firme la “paz” con la insurgencia guerrillera, el pueblo se va a sumar al “santismo” –seguramente representado por Humberto de La Calle Lombana– para continuar en el gobierno y en “la construcción de la paz”.

Dichos cálculos son infundados. La extrema derecha vergonzante, camuflada al interior del gobierno, es la que está acumulando poder político, económico, administrativo, tanto en lo nacional como en lo regional. Y esa derecha vergonzante es la que se prepara para canalizar al “uribismo” en la contienda presidencial del 2018. Mientras tanto, la izquierda en su gran mayoría, le está dejando al “uribismo” el monopolio de la oposición como lo comprueba el fallido “paro nacional”. Otros sectores de izquierda, todavía más ilusos, creen que la llegada de los guerrilleros desmovilizados a la vida política legal va a ser un gran refuerzo para sus aspiraciones cuando lo que se observa es cómo las grandes mayorías adversan –con razón o sin ella– a dichas fuerzas en proceso de desmovilización y desarme.

Por ello se hace necesario que se aborde el debate de fondo y concreto. ¿Seguimos en la táctica de alianza con el santismo para defender el “proceso de paz”, o con total independencia nos deslindamos seriamente tanto de Santos y las FARC (y ELN, ahora) para poder derrotar tanto a Santos como a Uribe? Y no es que esté proponiendo que un “outsider” como el alcalde de Bucaramanga encabece un nuevo movimiento como lo plantea mi amigo contradictor Miguel Ángel Delgado. No, no es eso.

Lo que propongo es construir un movimiento ciudadano, que recoja el sentir de las mayorías, que no le deje el camino abierto a las derechas y que presente nuevas figuras provenientes de la academia, la intelectualidad, la cultura, la ciencia, el empresariado demócrata, o de otros campos de la vida colombiana. Que subordine y discipline a los candidatos y personalidades políticas de la izquierda tradicional que no tienen hoy ninguna posibilidad de competir en condiciones dignas por la presidencia de la república en el 2018 y que deben contribuir –con modestia y bajo perfil– con el surgimiento de ese nuevo movimiento.

Ese nuevo movimiento tiene todas las condiciones para surgir. Puede comprometerse a cumplir con los “acuerdos de paz” pero levantar la consigna de impedir que se roben los recursos del post-conflicto y a la vez, proponer una redirección en la conducción del Estado colocando por delante la lucha contra la politiquería, el clientelismo y la corrupción. De hacerlo, podremos vivir una fase de transición que en verdad coloque los cimientos de la reconciliación, convivencia y efectiva paz.

De lo contrario terminaremos nuevamente a la cola del “santismo” contribuyendo sin querer al regreso del “innombrable”.

Nota: En la historia del mundo se demuestra cómo cuando las izquierdas y los “revolucionarios” concilian con sectores de la burguesía para impedir el ascenso de las derechas fascistas, siempre han fracasado. No sólo terminan sacrificados sino traicionados a las primeras de cambio por sus inefables aliados. Pasó en Alemania e Italia con Hitler y Mussolini. Ya le pasó a Petro… ¿queremos más de esa medicina?  


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

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